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El cepillo de dientes
Dramaturgia de Jorge Díaz
Personajes
PERSONAJES
El
Ella
Escena 1
PRIMER ACTO
Escena primera
Entra Ella. Joven y bonita. Viste un pijama de seda sobre el cual lleva una bata. Zapatillas de levantarse. Trae una bandeja. Debajo del brazo un periódico y una revista. Deja todo sobre la mesa. Al hacerlo se le cae descuidadamente un tenedor. Busca otra emisora en el transistor. Deja de escucharse en ese momento la música de arpa. Consigue por fin dar con una música de “Jazz». Satisfecha, sigue el compás con el cuerpo y sale nuevamente hacia la cocina.
Un momento la escena vacía. El “Jazz” se escucha muy fuerte.
Ella vuelve a entrar. Esta vez con la cafetera y la leche. Las deja sobre la mesa. Da los últimos toques a la mesa del desayuno. Sólo ahora observa que uno de los dos tenedores está en el suelo. Lo recoge y se lo queda mirando fijamente
Anoche… sí, anoche soñé con un tenedor. Bueno, eso no tiene nada de raro. Debe ser un símbolo sexual inconsciente…
Arrugando el ceño
Pero lo raro era que el tenedor decía que quería ser cuchara. El pobre tenía complejo de cuchara… de cuchara de postre. ¡Wa!
¡Ah! Yo no sé por qué soy tan complicada. El psiquiatra tampoco. Me dijo que hablara en voz alta por las mañanas, que eso era bueno para la salud mental. Sirve para desintoxicarse después de la noche. “Imagínese —me dijo— que está sola en un escenario iluminado, frente a grandes personalidades que la están mirando y a usted no le importa nada, nada, nada. Bien, nada. Ahem…”
Se dirige con soltura y desinhibición al público desde la desembocadura del escenario
“¡Excelentísimo señor presidente, excelentísimo ministro consuetudinario, miembros del Cuerpo Diplomático y de otros cuerpos, señorita Agregada Escultural… ¡Oh, monseñor!…”
Hace una genuflexión. Repentinamente se pone a cantar con energía y sin la menor inhibición un fragmento de “Madame Butterfly”. Desde el baño llega el inconfundible ruido de una persona haciendo gárgaras. Ella trata de acallar el ruido cantando más fuerte y echando miradas furiosas hacia el baño, pero, finalmente, se interrumpe y en forma rencorosa señala hacia el dormitorio
Vivo, vivo con un hombre. Por lo menos todos llaman así a ese ser de pies grandes que hace gárgaras, en los momentos más inesperados, la noche de bodas, por ejemplo.
Oh, yo soy su mujer. Eso quiere decir que debo ser femenina. Lo que no es fácil. Hay que sentirse débil, poner los ojos brillantes para que el ser de los pies grandes la proteja a una; ah, y también debo ser atractiva. No puedo permitir que me crezca bigote ni que se me caigan los dientes. Además debo recordar que los ravioles ensanchan las caderas y los espárragos achican el busto
Dando un gran suspiro
Ah, pero la verdad, la verdad es que estoy cansada, terriblemente cansada de ser la esposa femenina de ese animal masculino que se rasca, pierde el pelo sistemáticamente y, oh, ¡y canta tangos pasados de moda!…
Soñadora
Oh, quisiera… quisiera engordar, fumar un puro, o enviudar de una manera indolora y elegante.
El monólogo, como psicoterapia, también sirve para que a una se le ocurran ideas, bueno, ideas inocentes como… enviudar sin anestesia. Hoy, como todos los días, tengo preparadas algunas sorpresas. Para empezar, el café no es café. No. Tampoco es nescafé. Es veneno. Veneno con gusto a café descafeinado.
Las tostadas… parecen tostadas, ¿verdad?, nadie diría que no lo son. Bueno, en cierto modo lo son, pero las tosté con gas de hidrógeno que producen efectos fatales al ser digeridas
Encantadora
¡Ah… y el azúcar! El azúcar tiene un poco de raticida granulado. Esto último es un virtuosismo de especialista que muchos considerarán exagerado, pero que es propio de mi sentido de la responsabilidad.
Se oye un canturreo que proviene del dormitorio
¿Dónde dejaste mi corbata, Marta?
Con una risita siniestra
¡Es hora de actuar! Sh, Sh
gritando hacia el dormitorio
¡Hijito, está servido el desayuno!
Ella se sienta y empieza a poner mantequilla a una tostada. Pausa. Más fuerte
¡Está servidooo el desayuno!
Entra El terminando de arreglarse la corbata. Lleva la chaqueta en la mano. Parece tener prisa. Ella aumenta el volumen en el transistor, que sigue transmitiendo “Jazz”. Él se sienta y abre el periódico.
El “Jazz” se escucha muy fuerte. El deja el periódico y le habla a Ella, pero sólo se ve el movimiento de sus labios porque la música impide oír lo que dice. Este juego monologal del que no se escucha una palabra dura un rato
Gritando
¿Qué dices? ¡No oigo nada!
Gritando
¡Que cortes esa radio!
Gritando
Egoísta
Ella se pone un audífono en un oído y lo conecta al transistor. La música deja de oírse. Ahora las voces son normales
El veneno, por favor
Ella no lo oye
Un poco de café, querida. Sst, ¿qué dice?, sst
Ella lo hace callar con un gesto. Evidentemente está concentrada en lo que escucha a través del audífono
Con tono misterioso
Es el pronóstico
¿De qué?
casi confidencial
Del tiempo.
Un poco irritado
¿Y qué dice?
¿Ah?
¿Qué dice?
Escuchando primero
«Nubosidad parcial en el resto del territorio…».
Asombrado
Oh, oh, ¿será posible?
Sí, sí, parece increíble ¿no?, pero es cierto
Sírveme el café, querida.
Ella toma la cafetera, pero en vez de servirle café empieza a seguir con ella el compás de una música que se adivina por la cara absorta y los ojos en blanco. El, distraído con el periódico, no se ha dado cuenta de que no le ha servido café. Revuelve tranquilamente en su taza vacía
¿Qué estás escuchando ahora?
“Desayuno en su hogar”. Consejos para comenzar la jornada.
Escucha primero y luego habla
Hoy es el feliz aniversario de la revolución sangrienta de octubre… Empecemos, pues, la jornada con optimismo y energía… Respiremos hondo… Ah
Ella respira hondo
… y digamos: “Hoy puedo hacer el bien a mis semejantes…”.
Que no la ha escuchado
Sírveme el desayuno.
“Pensando en los demás nos libraremos de nuestras propias preocupaciones…”. Y ahora, te levantas y
…uno, dos, tres, cuatro…
…uno, dos, tres, cuatro…
…uno, dos…
Ella se pone de pie y empieza a mover la cabeza en forma rotatoria y luego echa los hombros hacia adelante y hacia atrás y mueve las manos Como epiléptica
Alarmado
¿Te sientes bien?
Uno…, dos…, tres, cuatro, uno, dos…
Golpeando la mesa y lanzando un grito
¡El café!
Sobresaltada
Gimnasia de relajación es a ti que te hace falta. Escucha, la mejor gimnasia de relajación es el revolcarse por el suelo, primero sobre la nalga derecha y luego sobre la nalga izquierda. ¡Oy!, tiene que ser delicioso… ¿Quieres probar?
Quiero probar el café. ¡Sírvemelo inmediatamente, que estoy atrasado!
Ella da un suspiro y se saca los audífonos
Bien, hoy puedo hacer el bien a mis semejantes… ¿Hijito, quieres leche?…
¡No me llames hijito!… Y menos cuando me ofreces leche. Es repugnante.
Te gustaba hace poco.
¿La leche?… Por supuesto.
Mohína
Te gustaba que te llamara así.
Eso fue hace años, cuando nos casamos; pero ahora he crecido… y he envejecido.
Bueno, ¿y cómo quieres que te llame entonces?
Por mi nombre
Lo olvidé completamente, pero estoy segura que terminaba en o… Bueno, tienes que apuntármelo hoy día sin falta en la libreta de teléfono
Ella de pronto levanta la vista y mira hacia el público. Se sobresalta
¡Cierra las cortinas que nos están mirando!
Escena 5
Escena quinta
… ¿Tienes algo grave sobre tu conciencia?
Sin levantar la vista del periódico
No, pero tengo en el Consultorio sentimental cartas para “Madre afligida” y “Flor Silvestre”… “¿Quieres vivir intensamente junto a un alma tierna? Escríbeme a Correo Central. Ojalá seas apasionada, independiente, sin prejuicios, con buena situación económica y buen físico. Fines absolutamente serios y apostólicos. La saluda lleno de ansiedad, Lucho solo”.
Con sencillez
Yo firmo siempre: “Esperanzada”.
Usted no tendrá prejuicios, ¿verdad?
¿Me hace esta pregunta con fines serios?
Triste
Soy un Lucho solitario.
Por el momento no puedo contestarle nada, pero… escríbame a Correo Central.
Es una buena idea. Me gustaría conocerla.
Diríjala simplemente a “Esperanzada”.
Escribiendo en un papel
Ay, “Esperanzada”: desconociendo su nombre me veo en la obligación de imaginármelo todo. Su aviso ha sido un grito en medio de mi rutina gris. Tengo/la impresión de que nos complementaremos para siempre. Si tiene algún defecto físico visible o alguna enfermedad invisible, le ruego me lo haga saber. Es imprescindible enviar foto. Yo, tímido, pero dicen que simpático y sin compromisos. La saluda lleno de ansiedad, Lucho solo.
Ambos están de cara al público. El dobla la carta y se la desliza a Ella subrepticiamente, como haciendo un acto inmoral. Ella la toma de la misma forma. La lee ansiosamente y luego ambos dialogan sin mirarse, como separados por una gran distancia
No quiero aventuras. Busco un alma gemela.
Soy un industrial extranjero que quiere echar raíces.
Prometo comprensión.
Reunámonos pronto.
No soy mujer de un día.
Tengo cultura casi universitaria.
Oooh, hay tanto melón podrido en el mundo.
Le prometo absoluta discreción.
¿Y cómo nos encontraremos?
Yo estaré con la cabeza inclinada frente a la tumba del soldado desconocido.
Con angustia
¿Y si no nos reconocemos jamás?
¡Llevemos alguna señal inconfundible!
Yo…, yo llevaré una orquídea que masticaré disimuladamente.
Con entusiasmo
¡Y yo lo dejaré estacionado en dirección opuesta!
¿El qué?
Mi abuelo paralítico.
Intensa
¡Oh, escríbeme al correo central!
Intenso
¡Escríbeme al correo central!
Después de una pausa y rompiendo el clima de intensidad romántica, El arruga la hoja del periódico y la tira al suelo con desesperación
Es inútil. El diario no es de hoy. Es de pasado mañana…
Arrugando la carta y tirándola al suelo
¡Ah, si la hubiese contestado ayer!…
¡Ah, si pudiésemos alquilarle a alguien la pieza de alojados!
Escena 8
Escena octava
Patético
Esta es la atroz realidad: en mi casa no hay un cepillo de dientes. Parece increíble, ¿no es cierto?, pero es así
Mientras él habla hacia el público derrochando lástima de sí mismo. Ella ha salido un momento hacia el baño
Quiero empezar mis labores en forma cristiana, pero no… no es posible, ¡el cepillo de dientes de uno ha desaparecido! Yo trabajo como una bestia toda la semana, y cuando al final de la jornada llego a mi casa en busca de alguna distracción, como, como es lavarse los dientes o tejer un poco… ¡No, no es posible! ¡O le han usado el cepillo a uno o le han escondido el tejido!… ¡No, yo no pienso lavarme los dientes todos los días, tampoco pienso que la vida sea una juerga…, pero un día de fiesta es un día de fiesta y hasta los monjes trapenses se permiten este tipo de esparcimiento! Pero para mí, no. Para mí no es posible. Yo debe hacer gárgaras de salmuera y esconder mis dientes pudorosamente…, si casi es un problema de dignidad humana.
Ella ríe
¡Hasta las hienas sonríen sin temor!
Encantada con la idea
¡Pero si hay un cepillo de dientes!
¿Y cuál, se puede saber?
Triunfante
El mío. Fue el regalo de matrimonio de mi padre.
¡No pretenderás que me lave los dientes con tú cepillo!
Bueno, ¿y qué tendría de particular?, ¿no somos acaso marido y mujer?
Pero no se trata de eso. No digas tonterías.
No es una tontería. Es el matrimonio. La compartición de todo: penas, angustias, alegrías ¡Y, y… bueno, cepillos de dientes! ¿Acaso no nos queremos?
Sí, pero no hasta ese punto.
Llorosa
¡Esto es lo último que creí que iba a escuchar!
Hacia el público
Ah, claro, claro…, puede compartir nuestro dormitorio con una francesa, pero no puedes compartir un simple inofensivo implemento doméstico con su mujer…
Terco
Quiero tener mi propio inofensivo implemento doméstico.
No decías eso cuando estábamos de novios.
Hacia el público
Nunca le prometí usar su cepillo cuando estábamos de novios.
Lo habrías hecho. Me querías.
Pero no se trata de eso. Se trata de higiene.
Lastimera
Y cuando yo me lastimaba un dedo no pensaba en la higiene. No, me lo chupaba y me decía. “Sana, sana, culito de rana…”.
¡Ay, me cansa…, me cansa oírte, Mercedes!
El, lleno de desesperación, se mete debajo de la mesa hasta desaparecer completamente cubierto por el mantel que llega al suelo. Ella va hacia la mesa y golpea con los puños sobre la cubierta
No me llames más Mercedes… No quiero que me llames de ninguna manera… ¿lo oyes?, de ninguna manera.
Hablando debajo de la mesa sin que se le vea en ningún momento
Pero puedo ingeniármelas para no verte, pero tengo que oírte. Es verdad que tú tienes tus audífonos y yo tengo mis discos viejos, pero así y todo ¡te oigo! El único lugar en donde encuentro un poco de tranquilidad es aquí en mi cuarto de baño. Aquí todo es funcional. Aquí reina el desodorante y los polvos de talco. Aquí es preciso. Aquí no puedes entrar…, ¡pero has entrado y me has robado mi cepillo de dientes!
Repentinamente mirando hacia el público
¡Cierra las cortinas que están escuchando todo!
Asomando la cabeza por debajo del mantel
Me importa un bledo que escuchen todo. Para eso pagaron.
Si quieres soledad, quédate en tu querido excusado…, lo que es yo, me iré donde mi madre.
No te pongas melodramática, querida. Sabes perfectamente que tu madre vive aquí con nosotros.
Gritando
¡Ay, no lo soporto más! ¡Te odio! ¡Estoy cansada de la marca de tus cigarrillos y el ruido de tus tripas cuando tomas Coca-Cola! ¡Yete! ¡Jamás podremos seguir viviendo como antes!
Pequeña mujerzuela histérica.
¡Sádico!
¡Orgánica!
¡Muérdago!
¡Mandrágora!
¡Tóxico!
¡Crustáceo!
Voy a empezar a gritar…
¡Grita y revienta!…
Ella empieza a gritar como una loca. El sale de debajo de la mesa y se pone de pie enfurecido
¡Cállate Marta!
El se acerca a Ella. Toma de la mesa el transistor y con un rápido movimiento pasa la larga correa de la radio por el cuello de la mujer. Luego empieza a apretar hasta silenciarla. La mujer cae al suelo. El hombre la mira un momento. Está jadeando. Luego la toma de las axilas y la arrastra dificultosamente en dirección al dormitorio. Un momento el escenario vacío.
Escena 13
Segundo ACTO
Escena tercera
Da la impresión de una pesadilla. Esta especie de absurda lucha amorosa frustrada lleva una progresión que culminará con la destrucción de objetos. Jarrones, sillas, cuadros caen al suelo.
Algún muro de la habitación caerá hacia atrás. Del techo caen objetos diversos que se rompen en el suelo. La pareja está ajena a todo esto. Ambos, jadeantes y hechos un nudo, ruedan por el suelo y se separan. No pueden hablar durante un momento. Antona se pone, de pie dificultosamente después de un momento y cambia sus modales y su voz por los de Ella, o sea, la esposa del primer acto. El le habla desde el suelo. Ninguno de los dos parece advertir la destrucción general
Isabel, Mercedes, Soledad…, ¿es realmente necesario que tengamos que repetir esto todos los días?
¿A qué te refieres, cariño?
Sabes perfectamente bien a qué me refiero. Resulta agotador.
Mi parte no es fácil tampoco. Si por lo menos se te ocurriera algo nuevo.
Eso es lo más espantoso. ¡Que siempre hay algo nuevo! Para hacernos el amor vamos a tener que contratar a un asesor…
Yo creo que las ideas iniciales no eran malas, lo que pasa que lo hemos bordado tanto que ahora están prácticamente agotadas.
¿Qué podemos hacer?
Nada, dejemos las cosas en su lugar.
Es verdad que si no te estrangulo todos los días no te quedas tranquila.
Bueno, eso es muy corriente… ¿Qué esposa decente no desea ser estrangulada de vez en cuando?
No, si no te lo critico. Pero no me eches en cara que yo también tenga algunas debilidades.
No, si yo no te critico nada, solamente que no entiendo por qué no vives con Antona y ya está.
Es una idea que ya se me había ocurrido. Siempre que Antona acepte disfrazarse de ti. Bueno, pongamos las cosas en su lugar.
Nada
Un silencio
Y si nos hiciéramos el amor en latín.
Es una lengua muerta.
¿Y en sánscrito?
¿En qué?
En sánscrito. Es el lenguaje de los sordomudos, ¿no lo sabías?
No, no tenía idea.
Podrías habérmelo dicho cuando nos casamos.
No me atreví.
Esta vez sí que la has hecho buena. ¡Estamos arreglados! No conoces el sánscrito.
Bueno, pero conozco unas palabras en arameo.
Y yo conozco unos slogans de propaganda en checo.
Apasionada
“Cravina el Mutara”.
Apasionado
“Mirkolavia Elbernia kol”
Un silencio
“Alaba del Tamara jaín”.
“Eskoliava prinka Vój”.
¿Te pasó algo?
No.
¿Estás seguro?
Sí.
A mí tampoco
Es horrible.
¿Qué?
Todo.
No lo había pensado.
Pero es así.
Personajes
PERSONAJES
El
Ella
Escena 1
PRIMER ACTO
Escena primera
Entra Ella. Joven y bonita. Viste un pijama de seda sobre el cual lleva una bata. Zapatillas de levantarse. Trae una bandeja. Debajo del brazo un periódico y una revista. Deja todo sobre la mesa. Al hacerlo se le cae descuidadamente un tenedor. Busca otra emisora en el transistor. Deja de escucharse en ese momento la música de arpa. Consigue por fin dar con una música de “Jazz». Satisfecha, sigue el compás con el cuerpo y sale nuevamente hacia la cocina.
Un momento la escena vacía. El “Jazz” se escucha muy fuerte.
Ella vuelve a entrar. Esta vez con la cafetera y la leche. Las deja sobre la mesa. Da los últimos toques a la mesa del desayuno. Sólo ahora observa que uno de los dos tenedores está en el suelo. Lo recoge y se lo queda mirando fijamente
Anoche… sí, anoche soñé con un tenedor. Bueno, eso no tiene nada de raro. Debe ser un símbolo sexual inconsciente…
Arrugando el ceño
Pero lo raro era que el tenedor decía que quería ser cuchara. El pobre tenía complejo de cuchara… de cuchara de postre. ¡Wa!
¡Ah! Yo no sé por qué soy tan complicada. El psiquiatra tampoco. Me dijo que hablara en voz alta por las mañanas, que eso era bueno para la salud mental. Sirve para desintoxicarse después de la noche. “Imagínese —me dijo— que está sola en un escenario iluminado, frente a grandes personalidades que la están mirando y a usted no le importa nada, nada, nada. Bien, nada. Ahem…”
Se dirige con soltura y desinhibición al público desde la desembocadura del escenario
“¡Excelentísimo señor presidente, excelentísimo ministro consuetudinario, miembros del Cuerpo Diplomático y de otros cuerpos, señorita Agregada Escultural… ¡Oh, monseñor!…”
Hace una genuflexión. Repentinamente se pone a cantar con energía y sin la menor inhibición un fragmento de “Madame Butterfly”. Desde el baño llega el inconfundible ruido de una persona haciendo gárgaras. Ella trata de acallar el ruido cantando más fuerte y echando miradas furiosas hacia el baño, pero, finalmente, se interrumpe y en forma rencorosa señala hacia el dormitorio
Vivo, vivo con un hombre. Por lo menos todos llaman así a ese ser de pies grandes que hace gárgaras, en los momentos más inesperados, la noche de bodas, por ejemplo.
Oh, yo soy su mujer. Eso quiere decir que debo ser femenina. Lo que no es fácil. Hay que sentirse débil, poner los ojos brillantes para que el ser de los pies grandes la proteja a una; ah, y también debo ser atractiva. No puedo permitir que me crezca bigote ni que se me caigan los dientes. Además debo recordar que los ravioles ensanchan las caderas y los espárragos achican el busto
Dando un gran suspiro
Ah, pero la verdad, la verdad es que estoy cansada, terriblemente cansada de ser la esposa femenina de ese animal masculino que se rasca, pierde el pelo sistemáticamente y, oh, ¡y canta tangos pasados de moda!…
Soñadora
Oh, quisiera… quisiera engordar, fumar un puro, o enviudar de una manera indolora y elegante.
El monólogo, como psicoterapia, también sirve para que a una se le ocurran ideas, bueno, ideas inocentes como… enviudar sin anestesia. Hoy, como todos los días, tengo preparadas algunas sorpresas. Para empezar, el café no es café. No. Tampoco es nescafé. Es veneno. Veneno con gusto a café descafeinado.
Las tostadas… parecen tostadas, ¿verdad?, nadie diría que no lo son. Bueno, en cierto modo lo son, pero las tosté con gas de hidrógeno que producen efectos fatales al ser digeridas
Encantadora
¡Ah… y el azúcar! El azúcar tiene un poco de raticida granulado. Esto último es un virtuosismo de especialista que muchos considerarán exagerado, pero que es propio de mi sentido de la responsabilidad.
Se oye un canturreo que proviene del dormitorio
¿Dónde dejaste mi corbata, Marta?
Con una risita siniestra
¡Es hora de actuar! Sh, Sh
gritando hacia el dormitorio
¡Hijito, está servido el desayuno!
Ella se sienta y empieza a poner mantequilla a una tostada. Pausa. Más fuerte
¡Está servidooo el desayuno!
Entra El terminando de arreglarse la corbata. Lleva la chaqueta en la mano. Parece tener prisa. Ella aumenta el volumen en el transistor, que sigue transmitiendo “Jazz”. Él se sienta y abre el periódico.
El “Jazz” se escucha muy fuerte. El deja el periódico y le habla a Ella, pero sólo se ve el movimiento de sus labios porque la música impide oír lo que dice. Este juego monologal del que no se escucha una palabra dura un rato
Gritando
¿Qué dices? ¡No oigo nada!
Gritando
¡Que cortes esa radio!
Gritando
Egoísta
Ella se pone un audífono en un oído y lo conecta al transistor. La música deja de oírse. Ahora las voces son normales
El veneno, por favor
Ella no lo oye
Un poco de café, querida. Sst, ¿qué dice?, sst
Ella lo hace callar con un gesto. Evidentemente está concentrada en lo que escucha a través del audífono
Con tono misterioso
Es el pronóstico
¿De qué?
casi confidencial
Del tiempo.
Un poco irritado
¿Y qué dice?
¿Ah?
¿Qué dice?
Escuchando primero
«Nubosidad parcial en el resto del territorio…».
Asombrado
Oh, oh, ¿será posible?
Sí, sí, parece increíble ¿no?, pero es cierto
Sírveme el café, querida.
Ella toma la cafetera, pero en vez de servirle café empieza a seguir con ella el compás de una música que se adivina por la cara absorta y los ojos en blanco. El, distraído con el periódico, no se ha dado cuenta de que no le ha servido café. Revuelve tranquilamente en su taza vacía
¿Qué estás escuchando ahora?
“Desayuno en su hogar”. Consejos para comenzar la jornada.
Escucha primero y luego habla
Hoy es el feliz aniversario de la revolución sangrienta de octubre… Empecemos, pues, la jornada con optimismo y energía… Respiremos hondo… Ah
Ella respira hondo
… y digamos: “Hoy puedo hacer el bien a mis semejantes…”.
Que no la ha escuchado
Sírveme el desayuno.
“Pensando en los demás nos libraremos de nuestras propias preocupaciones…”. Y ahora, te levantas y
…uno, dos, tres, cuatro…
…uno, dos, tres, cuatro…
…uno, dos…
Ella se pone de pie y empieza a mover la cabeza en forma rotatoria y luego echa los hombros hacia adelante y hacia atrás y mueve las manos Como epiléptica
Alarmado
¿Te sientes bien?
Uno…, dos…, tres, cuatro, uno, dos…
Golpeando la mesa y lanzando un grito
¡El café!
Sobresaltada
Gimnasia de relajación es a ti que te hace falta. Escucha, la mejor gimnasia de relajación es el revolcarse por el suelo, primero sobre la nalga derecha y luego sobre la nalga izquierda. ¡Oy!, tiene que ser delicioso… ¿Quieres probar?
Quiero probar el café. ¡Sírvemelo inmediatamente, que estoy atrasado!
Ella da un suspiro y se saca los audífonos
Bien, hoy puedo hacer el bien a mis semejantes… ¿Hijito, quieres leche?…
¡No me llames hijito!… Y menos cuando me ofreces leche. Es repugnante.
Te gustaba hace poco.
¿La leche?… Por supuesto.
Mohína
Te gustaba que te llamara así.
Eso fue hace años, cuando nos casamos; pero ahora he crecido… y he envejecido.
Bueno, ¿y cómo quieres que te llame entonces?
Por mi nombre
Lo olvidé completamente, pero estoy segura que terminaba en o… Bueno, tienes que apuntármelo hoy día sin falta en la libreta de teléfono
Ella de pronto levanta la vista y mira hacia el público. Se sobresalta
¡Cierra las cortinas que nos están mirando!
Escena 5
Escena quinta
… ¿Tienes algo grave sobre tu conciencia?
Sin levantar la vista del periódico
No, pero tengo en el Consultorio sentimental cartas para “Madre afligida” y “Flor Silvestre”… “¿Quieres vivir intensamente junto a un alma tierna? Escríbeme a Correo Central. Ojalá seas apasionada, independiente, sin prejuicios, con buena situación económica y buen físico. Fines absolutamente serios y apostólicos. La saluda lleno de ansiedad, Lucho solo”.
Con sencillez
Yo firmo siempre: “Esperanzada”.
Usted no tendrá prejuicios, ¿verdad?
¿Me hace esta pregunta con fines serios?
Triste
Soy un Lucho solitario.
Por el momento no puedo contestarle nada, pero… escríbame a Correo Central.
Es una buena idea. Me gustaría conocerla.
Diríjala simplemente a “Esperanzada”.
Escribiendo en un papel
Ay, “Esperanzada”: desconociendo su nombre me veo en la obligación de imaginármelo todo. Su aviso ha sido un grito en medio de mi rutina gris. Tengo/la impresión de que nos complementaremos para siempre. Si tiene algún defecto físico visible o alguna enfermedad invisible, le ruego me lo haga saber. Es imprescindible enviar foto. Yo, tímido, pero dicen que simpático y sin compromisos. La saluda lleno de ansiedad, Lucho solo.
Ambos están de cara al público. El dobla la carta y se la desliza a Ella subrepticiamente, como haciendo un acto inmoral. Ella la toma de la misma forma. La lee ansiosamente y luego ambos dialogan sin mirarse, como separados por una gran distancia
No quiero aventuras. Busco un alma gemela.
Soy un industrial extranjero que quiere echar raíces.
Prometo comprensión.
Reunámonos pronto.
No soy mujer de un día.
Tengo cultura casi universitaria.
Oooh, hay tanto melón podrido en el mundo.
Le prometo absoluta discreción.
¿Y cómo nos encontraremos?
Yo estaré con la cabeza inclinada frente a la tumba del soldado desconocido.
Con angustia
¿Y si no nos reconocemos jamás?
¡Llevemos alguna señal inconfundible!
Yo…, yo llevaré una orquídea que masticaré disimuladamente.
Con entusiasmo
¡Y yo lo dejaré estacionado en dirección opuesta!
¿El qué?
Mi abuelo paralítico.
Intensa
¡Oh, escríbeme al correo central!
Intenso
¡Escríbeme al correo central!
Después de una pausa y rompiendo el clima de intensidad romántica, El arruga la hoja del periódico y la tira al suelo con desesperación
Es inútil. El diario no es de hoy. Es de pasado mañana…
Arrugando la carta y tirándola al suelo
¡Ah, si la hubiese contestado ayer!…
¡Ah, si pudiésemos alquilarle a alguien la pieza de alojados!
Escena 8
Escena octava
Patético
Esta es la atroz realidad: en mi casa no hay un cepillo de dientes. Parece increíble, ¿no es cierto?, pero es así
Mientras él habla hacia el público derrochando lástima de sí mismo. Ella ha salido un momento hacia el baño
Quiero empezar mis labores en forma cristiana, pero no… no es posible, ¡el cepillo de dientes de uno ha desaparecido! Yo trabajo como una bestia toda la semana, y cuando al final de la jornada llego a mi casa en busca de alguna distracción, como, como es lavarse los dientes o tejer un poco… ¡No, no es posible! ¡O le han usado el cepillo a uno o le han escondido el tejido!… ¡No, yo no pienso lavarme los dientes todos los días, tampoco pienso que la vida sea una juerga…, pero un día de fiesta es un día de fiesta y hasta los monjes trapenses se permiten este tipo de esparcimiento! Pero para mí, no. Para mí no es posible. Yo debe hacer gárgaras de salmuera y esconder mis dientes pudorosamente…, si casi es un problema de dignidad humana.
Ella ríe
¡Hasta las hienas sonríen sin temor!
Encantada con la idea
¡Pero si hay un cepillo de dientes!
¿Y cuál, se puede saber?
Triunfante
El mío. Fue el regalo de matrimonio de mi padre.
¡No pretenderás que me lave los dientes con tú cepillo!
Bueno, ¿y qué tendría de particular?, ¿no somos acaso marido y mujer?
Pero no se trata de eso. No digas tonterías.
No es una tontería. Es el matrimonio. La compartición de todo: penas, angustias, alegrías ¡Y, y… bueno, cepillos de dientes! ¿Acaso no nos queremos?
Sí, pero no hasta ese punto.
Llorosa
¡Esto es lo último que creí que iba a escuchar!
Hacia el público
Ah, claro, claro…, puede compartir nuestro dormitorio con una francesa, pero no puedes compartir un simple inofensivo implemento doméstico con su mujer…
Terco
Quiero tener mi propio inofensivo implemento doméstico.
No decías eso cuando estábamos de novios.
Hacia el público
Nunca le prometí usar su cepillo cuando estábamos de novios.
Lo habrías hecho. Me querías.
Pero no se trata de eso. Se trata de higiene.
Lastimera
Y cuando yo me lastimaba un dedo no pensaba en la higiene. No, me lo chupaba y me decía. “Sana, sana, culito de rana…”.
¡Ay, me cansa…, me cansa oírte, Mercedes!
El, lleno de desesperación, se mete debajo de la mesa hasta desaparecer completamente cubierto por el mantel que llega al suelo. Ella va hacia la mesa y golpea con los puños sobre la cubierta
No me llames más Mercedes… No quiero que me llames de ninguna manera… ¿lo oyes?, de ninguna manera.
Hablando debajo de la mesa sin que se le vea en ningún momento
Pero puedo ingeniármelas para no verte, pero tengo que oírte. Es verdad que tú tienes tus audífonos y yo tengo mis discos viejos, pero así y todo ¡te oigo! El único lugar en donde encuentro un poco de tranquilidad es aquí en mi cuarto de baño. Aquí todo es funcional. Aquí reina el desodorante y los polvos de talco. Aquí es preciso. Aquí no puedes entrar…, ¡pero has entrado y me has robado mi cepillo de dientes!
Repentinamente mirando hacia el público
¡Cierra las cortinas que están escuchando todo!
Asomando la cabeza por debajo del mantel
Me importa un bledo que escuchen todo. Para eso pagaron.
Si quieres soledad, quédate en tu querido excusado…, lo que es yo, me iré donde mi madre.
No te pongas melodramática, querida. Sabes perfectamente que tu madre vive aquí con nosotros.
Gritando
¡Ay, no lo soporto más! ¡Te odio! ¡Estoy cansada de la marca de tus cigarrillos y el ruido de tus tripas cuando tomas Coca-Cola! ¡Yete! ¡Jamás podremos seguir viviendo como antes!
Pequeña mujerzuela histérica.
¡Sádico!
¡Orgánica!
¡Muérdago!
¡Mandrágora!
¡Tóxico!
¡Crustáceo!
Voy a empezar a gritar…
¡Grita y revienta!…
Ella empieza a gritar como una loca. El sale de debajo de la mesa y se pone de pie enfurecido
¡Cállate Marta!
El se acerca a Ella. Toma de la mesa el transistor y con un rápido movimiento pasa la larga correa de la radio por el cuello de la mujer. Luego empieza a apretar hasta silenciarla. La mujer cae al suelo. El hombre la mira un momento. Está jadeando. Luego la toma de las axilas y la arrastra dificultosamente en dirección al dormitorio. Un momento el escenario vacío.
Escena 13
Segundo ACTO
Escena tercera
Da la impresión de una pesadilla. Esta especie de absurda lucha amorosa frustrada lleva una progresión que culminará con la destrucción de objetos. Jarrones, sillas, cuadros caen al suelo.
Algún muro de la habitación caerá hacia atrás. Del techo caen objetos diversos que se rompen en el suelo. La pareja está ajena a todo esto. Ambos, jadeantes y hechos un nudo, ruedan por el suelo y se separan. No pueden hablar durante un momento. Antona se pone, de pie dificultosamente después de un momento y cambia sus modales y su voz por los de Ella, o sea, la esposa del primer acto. El le habla desde el suelo. Ninguno de los dos parece advertir la destrucción general
Isabel, Mercedes, Soledad…, ¿es realmente necesario que tengamos que repetir esto todos los días?
¿A qué te refieres, cariño?
Sabes perfectamente bien a qué me refiero. Resulta agotador.
Mi parte no es fácil tampoco. Si por lo menos se te ocurriera algo nuevo.
Eso es lo más espantoso. ¡Que siempre hay algo nuevo! Para hacernos el amor vamos a tener que contratar a un asesor…
Yo creo que las ideas iniciales no eran malas, lo que pasa que lo hemos bordado tanto que ahora están prácticamente agotadas.
¿Qué podemos hacer?
Nada, dejemos las cosas en su lugar.
Es verdad que si no te estrangulo todos los días no te quedas tranquila.
Bueno, eso es muy corriente… ¿Qué esposa decente no desea ser estrangulada de vez en cuando?
No, si no te lo critico. Pero no me eches en cara que yo también tenga algunas debilidades.
No, si yo no te critico nada, solamente que no entiendo por qué no vives con Antona y ya está.
Es una idea que ya se me había ocurrido. Siempre que Antona acepte disfrazarse de ti. Bueno, pongamos las cosas en su lugar.
Nada
Un silencio
Y si nos hiciéramos el amor en latín.
Es una lengua muerta.
¿Y en sánscrito?
¿En qué?
En sánscrito. Es el lenguaje de los sordomudos, ¿no lo sabías?
No, no tenía idea.
Podrías habérmelo dicho cuando nos casamos.
No me atreví.
Esta vez sí que la has hecho buena. ¡Estamos arreglados! No conoces el sánscrito.
Bueno, pero conozco unas palabras en arameo.
Y yo conozco unos slogans de propaganda en checo.
Apasionada
“Cravina el Mutara”.
Apasionado
“Mirkolavia Elbernia kol”
Un silencio
“Alaba del Tamara jaín”.
“Eskoliava prinka Vój”.
¿Te pasó algo?
No.
¿Estás seguro?
Sí.
A mí tampoco
Es horrible.
¿Qué?
Todo.
No lo había pensado.
Pero es así.